DESCRIPCIÓN

El uso de una cobertura vegetal es una práctica que permite al agricultor proteger el suelo, así como conseguir un aporte de nutrientes al mismo. En cultivos anuales el terreno se trata de mantener cubierto a lo largo de todo el año bien por cultivos (comerciales o implantados con la única finalidad de mantener el suelo cubierto), bien con los restos de la cosecha del año anterior, que se dejan esparcidos sobre el suelo.

BENEFICIOS

La cubierta viva o inerte aporta una gran capacidad protectora sobre el suelo, al actuar como una capa de revestimiento que evita que las gotas de lluvia impacten directamente contra la superficie desnuda del mismo. Al frenar el impacto, se evita la erosión física que éste provoca y, por tanto, se previene la pérdida de suelo, uno de los problemas más acuciantes de la agricultura en ambientes mediterráneos. Pero además, la cobertura del suelo, supone una barrera física para la escorrentía en zonas con pendiente. De esta forma se evita la pérdida de suelo originada por la erosión que ocasionaría el agua que correría en superficie, cuya acción provocaría regueros y cárcavas. La presencia de cobertura sobre la superficie del suelo supone también una pantalla ante la incidencia directa de los rayos del sol, reduciendo la insolación sobre el mismo. El resultado de esta acción protectora es la disminución de la evaporación del agua retenida en el suelo, suponiendo un mantenimiento de la humedad del mismo. Este hecho es especialmente relevante en los cultivos de regadío, sobre todo, los establecidos en zonas con clima mediterráneo, suponiendo un importante ahorro de agua y dinero para el agricultor.

Además de la labor protectora sobre el suelo, otro beneficio de la aplicación de esta práctica es el aporte de nutrientes y biomasa al suelo. Los restos provenientes de la cosecha del año anterior son degradados por la biota que habita el suelo, provocando una recirculación de nutrientes, así como el incremento de materia orgánica en el perfil edáfico.

Finalmente, la disposición de los restos de la cosecha sobre la superficie del suelo y la implantación de cultivos cubierta aportan cobijo y alimentación a una variada fauna, que va desde seres microscópicos hasta comunidades de aves esteparias. Este hecho, no solo eleva la biodiversidad del ecosistema agrario, sino que además favorece la autorregulación del mismo, evitando la aparición de plagas y favoreciendo su sostenibilidad.